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Gor: mi primera vez

Mireia Rovira Forné
@mireiacabra

Quien piense que eventos como el de Rare Femmes son solo unas saliditas en bici para mujeres, se queda a años luz de la realidad.

Yo, que nunca había participado en ninguna quedada, debo admitir que me daba un poco de pereza. Demasiada gente, demasiado lejos, demasiado ¿diferente? Creo que ese era el principal escollo: la incertidumbre que supone salir de la zona de confort. ¿Qué necesidad tenía de ir, si yo ya organizo mis rutas, si ya tengo a mi pareja para salir en bici? En realidad, lo que tenía era miedo. Sí, miedo de no encajar en este tipo de eventos. ¿Sería capaz de socializar con 70 desconocidas? ¿Me aburriría?

 

Fotógrafa: Mireia Rovira Forné

 

Por suerte, este año cambié el enfoque y pensé, ¿y si resulta que conozco a personas interesantes? ¿y si resulta que me lo paso en grande? ¿y si resulta que descubro paisajes insospechados? Si no participaba en una quedada, nunca lo descubriría y me quedaría con la imagen distorsionada de lo que imaginaba que eran.

Así que decidí autorregalarme el pasaporte para mi cumpleaños, y tras 9 horas de furgoneta (con poco descanso y mucho karaoke), me planté en Gor. Tenía el certero presentimiento de que iba a ser un fin de semana de los que dejan huella. Spoiler: lo fue.

 

Fotógrafa: Mireia Rovira Forné

 

Nada más llegar, vi pequeñas bicicletas adornadas con cintas y flores de colores decorando los rincones del pueblo, que le daban aún más encanto. Las vecinas las habían puesto para nosotras, para recibirnos, toda una declaración de intenciones del calor que nos iban a transmitir; como el incansable Cayetano, amo de llaves y el alma de la fiesta, o Santiago, el vecino que se desplazó desde Mallorca para poder filmar el evento en primera persona.

Arrancaba el festival y Laura, Celia, Berta y Cristina, las anfitrionas, no nos dieron tregua. Además de dos rutas espectaculares y sorprendentemente diferentes, llenaron los cuatro días con infinidad de actividades, talleres, charlas y buen ambiente. ¡Imposible aburrirse!

 

Fotógrafa: Mireia Rovira Forné

 

El yoga mañanero antes del desayuno, siempre acompañado de café del bueno, grácias a la Koffeecleta de Yoli, nos ayudaban a cargar pilas para la ruta del día, siempre exigente y con alguna que otra prueba de sororidad para encontrar el camino correcto. La primera salida, nos llevó a conocer la vía verde del Valle de Almanzora y a alcanzar los 2.000m en una hermosa ruta por la sierra de Baza. El frío en la cumbre y el ambiente pirenaico, contrastó con el segundo itinerario, en el que pedaleamos por las entrañas del icónico desierto de Gorafe, con Sierra Nevada como telón de fondo. Las pistas panorámicas por el altiplano invitaban a no parar de hacer fotos, y el calor y la exigencia del terreno, añadieron épica a la jornada. Supuso un reto que nos dejó a todas un dulce sabor a victoria al llegar a meta. Una vez más, las organizadoras y colaboradoras unieron esfuerzos para ofrecernos soporte, agua y café de especialidad durante los recorridos, todo un lujo que se agradeció de corazón.

 

Fotógrafa: Mireia Rovira Forné

 

Las tardes se nos quedaban cortas: cansancio, ganas de celebrar y comentar la salida, duchas revitalizantes, relatos asombrosos de vidas ajenas… faltaba tiempo para compartir tanto, pero los talleres para relajar el cuerpo, y las interesantes charlas que nos tenían preparadas, nos llamaban a levantarnos de la silla y llenar el centro de operaciones: una acogedora plaza taurina.

Hubo merecidos premios para las que más aportaron, sorteos, obsequios, gymkana, y cómo no, ¡fiesta! Sólo las que supieron gestionar bien las fuerzas, lo dieron todo en la arena, compartiendo pista con los vecinos que se unieron al baile.

 

Fotógrafa: Mireia Rovira Forné

 

Y es que el festival sacó los mejores superpoderes de cada una: Isa manejaba el micrófono como una extensión más de su cuerpo, Aviva demostró sus dotes de faquir, a Gemma no hubo avería que se le resistiera, María condujo un “tractor” con solvencia, Louise y Michelle demostraron que las 26 de acero no han muerto, Irene y Patri afinaron su olfato para detectar senderos ocultos, Laura parecía allanar las cuestas del desierto a su paso, Maripepa desplegó su hilarante capacidad para contar historias, o Inna, que terminó completando la ruta larga a pesar de no sentirse preparada.

 

Fotógrafa: Mireia Rovira Forné

 

Llegué a Gor sin conocer a nadie (por lo menos en persona) y me fui habiendo compartido risas, sudor, charlas, café y cerveza con muchísimas mujeres, todas únicas, todas diferentes, y esa fue la magia. Ver que sí, que todas tenemos cabida en esa comunidad, porque nos une algo más que la pasión por la bicicleta: las ganas de compartir, de crecer, de inspirar y de ayudar, por encima de cualquier barrera o prejuicio, independientemente de la edad o experiencia, superando el esfuerzo que a cada una nos había supuesto estar allí.

Así que, llámame rara, pero ¡me uno a la siguiente!

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